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miércoles, 22 de junio de 2011

EN LAS COORDENADAS DE LA COINCIDENCIA


Antes de la puesta en escena, entre bastidores, un frenético ir y venir de gente con la mirada abstraída en algún punto más allá de paredes y techo, más allá de cielo y horizonte, repitiendo palabras, pasos, sonidos, colores, piruetas, oraciones…. Se palpa la tensión en todas las actitudes como un desequilibrio estridente y caótico. Un sin sentido difícil de conciliar e imposible de armonizar percibe el de fuera; el que pasa por allí, el que no tiene ningún papel en esa obra, el que luego, en el patio de butacas, asiste al espectáculo, un todo donde las piezas encajan formando el entramado y cuando los actores, esos posesos que minutos antes gesticulaban absorbidos por su guión, fluyen con las relaciones de sus personajes la obra adquiere para él su propio significado, lo completa alimentándolo con las sensaciones que produce como espectador, y siente la sinergia que se constituye en conocimiento incontestable de su ser individual, en la conexión ética y estética del colectivo.
Entre coordenadas fuera del mapa planeado con tanto esmero durante toda nuestra vida, se sitúan los escenarios de las coincidencias y lo inesperado es su telón de fondo. Es ese sitio al que te llevan los pies sin darte cuenta; allí representas el poema que te da la respuesta imposible, la sentencia de muerte que te pone en la vida, el amor, que hace de tus partículas manos de niño para acariciar el universo, centrándote en tus límites…. O, la última, La Novena de Beethoven interpretada por músicos quincemayistas, (término de José Luís Sampedro) en la Plaza de Neptuno el 19 J, entre las miles de manos agitadas en el aire consensuando por unanimidad: estas son nuestras armas.
Por un instante ves la forma de tu fractal en el del mundo; una perspectiva paradójica de espacio-tiempo paralelo, y le pones la etiqueta casualidad, para poder situarlo en el mapa lógico de tu vida, aunque sea en el cajón de raros. Pero es una mutación irreversible, emergente, un cambio holístico de tu identidad, y comprendes, de forma inexplicable, que todo lo que has vivido es para asistir a ese momento.
ángela saiz

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