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martes, 7 de junio de 2011

Porque quiero a este hombre. [por Soraya García]



“(Como si callera del cielo, se escucha un sonido lejano, trémulo y triste, parecido al de la cuerda de algún instrumento que se rompe. Y se hace el silencio, alterado tan solo por los hachazos que alguien descarga a lo lejos, contra los guindos del huerto.)
Telón
(El jardín de los cerezos. Chejov)



Termino de leer y pienso “estoy perdida”, estamos perdidos, ciegos ante lo que nos rodea, no sabemos ver lo que ocurre alrededor. El cambio de valores, el final del mundo que conocíamos y ¿amábamos?, débiles ante las circunstancias, demasiado cómodos para pensar, para actuar.

No hay forma de salvar los cerezos, huyamos a París donde seremos tan infelices como ,sin duda, lo fue y lo será Ranevskya.

Infelices aunque cómodos, en lugar de ensayar otra forma.

Las decisiones importantes se toman en oscuro, se salta al vacio a oscuras.

Hay dolores muy grandes en la casa de la infancia, las muertes de los que amamos están pegadas ahí, las traiciones, los errores. Pero regresamos a ese refugio, para despedirnos de él, no puede salvarnos ni nosotros a él.

El ogro tiene ahora otra guarida (Paris) y hay que tratar de vivir allí.

El tiempo de los cerezos ha terminado, la nostalgia no tendrá árboles físicos donde subirse.

Es el tiempo final del bosque del que nos habla Chejov.

Ahora quedará un solar para hacer una urbanización, donde la gente construya sus casas de verano.

Para el capitalista incipiente, que ha comprado el huerto, es un negocio más, y le saldrá bien, seguramente. Es un hombre de su tiempo, o es el tiempo de esa clase de pensamiento, no sentimental, para eso su padre fue siervo y algo de placer reivindicativo sentirá con el caer de cada árbol.

Sálvese quien pueda.

Con pinceladas suaves, como si nada Antón Chejov, el hombre bueno, nos sigue contando lo que nos pasa.

1 comentario:

  1. Si estuvieramos en manos de médicos rurales, todo sería más natural, menos complicado.

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